Tan pronto puse mis pies en el avión que me llevaría en
vuelo directo de Madrid a Estocolmo empecé a sentirme mareada. ¿Qué leches
estaba haciendo aquí? Era la única pregunta que me venía a la cabeza. Claro que la respuesta era sencilla y evidente. Yo sola me
lo había buscado, y aun así no podía parar de repetírmelo. Desde luego no era
la primera vez que este pensamiento me venía a la cabeza, si bien de manera
vaga, como si en unos días más no fuese a estar de camino a Suecia, como si por
un milagro ese viaje fuera a evitarse. Sólo en ese momento, en el avión de
Scandinavian Airlines con destino Estocolmo, me di perfecta cuenta de que era
una realidad: iba a estar durante tres meses completamente sola en una ciudad
llamada Umeå.
¿Y por qué? La culpa de todo este sacrificio la tiene la
ciencia. Como algunos posiblemente sepan y para información de aquellos que no,
estoy haciendo la tesis doctoral en el campo de la genética y la biología
molecular en plantas. Hace justamente un año (como hasta ahora y a pesar de la
crisis ha sucedido todos los años), me surgió la oportunidad de pedir unas
ayudas concedidas por el Ministerio para realizar estancias breves en otros centros
de investigación. La dotación económica para aquellos que deciden salir de
España (y supongo que para los que no salen de aquí) era bastante golosa. También
tenía en la cabeza solicitar la mención internacional al título de doctor,
cuyos requisitos son haber estado trabajando durante al menos tres meses en un
centro de investigación diferente al del candidato solicitante, en mi caso
España. Sumado a la experiencia de haber estado trabajando en otro centro de
investigación distinto al de partida (y con el consecuente engrosamiento
curricular) hacían la idea muy interesante. Y siempre me ha gustado viajar y
conocer otros países y culturas. Así que me dije, ¿por qué no? Me llamaba mucho
la atención Estados Unidos (si bien no es una cultura nueva para mí pues estuve
viviendo allí un mes con otra ayuda del ministerio), con su tecnología puntera
y sus centros de investigación de prestigio como pueden ser Stanford, Yale,
Berkeley… y suma y sigue (lo mismo que podemos decir de España, ¿verdad?); así
como Australia, donde había grupos de investigación trabajando en temas
estrechamente relacionados con el de mi tesis doctoral. Y qué narices,
oportunidades como ésta no se tienen todos los días. Y concretamente para mí
posiblemente fuera la última, puesto que en 2014 termino (con suerte) la tesis
y ya me sería imposible pedir una nueva ayuda.
Sin embargo las cosas no salen nunca como se planean.
Intenté contactar con algunos grupos en Estados Unidos que ni siquiera llegaron
a contestar. Y por otra parte mi supervisor dijo que no le parecía tan buena
idea la de marchar a Australia, porque según él, no iba a aportar nada nuevo a
mi carrera. Como alternativa pensó en Umeå. Por aquel entonces, inocente de mí,
no tenía ni la más remota idea de dónde estaba ese sitio. Luego me enteré de
que uno de mis compañeros había pasado dos años allí investigando, hablaba del
lugar como “el pueblo”. Eso me dio qué pensar.
Empecé a buscar información y me enteré de que Umeå es un
pueblecito de escasamente 100.000 habitantes situado en la zona norte de Suecia
(500 kilómetros al norte de Estocolmo). No está en el círculo polar, pero casi.
Supongo que ése es uno de los motivos por el que “el pueblo” no deja de ser
pueblo y pasa a ser ciudad, a pesar de contar con dos universidades y de ser,
en 2014, Ciudad Europea de la Cultura. Demasiados extremos. Entre los sitios
que visité está la web WeatherSpark, que mide (entre otras muchas cosas) temperaturas
medias, horas de luz, etc de muchas ciudades en todo el mundo, y Umeå no era
una excepción. Las temperaturas medias oscilan entre 23ºC de máxima en pleno
verano y los -20ºC de mínima en enero/febrero. Además, la duración del día pasa
de las 20 horas de sol en verano a las 20 horas de oscuridad en invierno
(momento en que, cuando el sol sale, sólo se eleva 9º sobre el horizonte, con
lo que cualquier edifcio, nube, etc, impedirá ver el sol ese día. Otro sitio
que recibió mil visitas por aquellos entonces fue google maps. El Street view
lo carga el diablo. Empecé a moverme por la ciudad (virtualmente hablando,
claro está), y el panorama que vi me resultó desolador. Encima el idioma es el
sueco, del que no tengo ni nociones. Si hubiese sido Alemania… En fin.
Con todos estos datos en mi poder, estuve tentada de decir
que no, que no iba a pasar tres meses de mi vida en un sitio así. Que total, la
tesis podía acabarla igual en España y además, tampoco es que tuviera muchas
intenciones de continuar con la investigación una vez fuese doctora. Sin
embargo me parecía mal decir que no de aquella manera. Mi jefe ya se había
puesto en contacto con los investigadores del lugar al que quería mandarme, y a
diferencia de los americanos, estos sí contestaron. Así que me resigné y pensé
que si al menos mi estancia se realizaba próxima al verano (empezando por
ejemplo, a mediados de marzo o en abril) quizás la cosa no estuviera tan mal y
al volver sería verano en España (pero verano del de verdad, no el sucedáneo de
los suecos). Sin embargo tampoco tuve suerte con esto. A la gente de Umeå le
venía mejor tenerme allí después del verano, a partir de septiembre. Una vez
más me surgieron las dudas y los cálculos, el pensar en los pros y los contras.
Ir en septiembre para tres meses (tiempo mínimo indispensable para solicitar la
mención internacional al título de doctor) suponía volver a España en
Diciembre. Con lo cual, a mi vuelta, el día tendría una duración de 6 horas y
una temperatura media (según WeatherSpark) de 0ºC/-5ºC. Ciertamente, en España
un clima así no es especialmente raro, aunque aquí bajar a -5ºC no suele ser lo
habitual, y de bajar, lo hace de manera puntual y durante las madrugadas,
mientras que aquí es una temperatura media, con lo que en muchos casos las mínimas
serán aún menores (-7 o -8ºC). Pero una vez más no supe decir que no. Qué iban
a pensar. Así que decidí seguir como si nada, mientras por algún extraño motivo
esperaba el milagro de que a última hora, la gente de Estados Unidos se pusiera
en contacto conmigo para decirme que sí, que querían tenerme allí. Cosa que
evidentemente no llegó a suceder.
Así que el tiempo pasó y recibí la carta de invitación a la
Umeå Universitet, papel indispensable para poder solicitar la ayuda. Pensé que
después de todo no tendría que decir que no, que a lo mejor el documento no
llegaba a tiempo, pero obviamente llegó y pude tener todo en regla antes de que
llegara el deadline para solicitar la ayuda.
El tiempo siguió pasando, cambiamos de año y las
perspectivas de España cada vez se iban poniendo más negras. Mis esperanzas se
centraron entonces en que quizás no me concedieran la ayuda, porque mi
actividad prevista en Umeå tampoco iba a ser gran cosa y el país necesitara
invertir ese dinero en algo más importante; o bien que el país entero quebrara
y no quedaran fondos para menudeces tales como la investigación, y menos la
investigación allende nuestras fronteras. Pero una vez más eso no pasó y en
mayo de este año, con más de tres meses de retraso, llegó la resolución definitiva,
en la que me concedían el dinero para pasar tres meses en la universidad de
Umeå investigando pared celular vegetal. Y para entonces ya era demasiado tarde
para decir que no.
Sí. Es cierto. Soy cobarde... Pero es lo que hay, qué le vamos a hacer.
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